Mensajes a Edson Glauber en Itapiranga AM, Brasil
sábado, 23 de julio de 2011
Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

¡La paz esté con ustedes, mis amados hijos!
He venido del cielo para ayudarles a vivir el amor y la paz en sus familias. He venido del cielo para ayudarles a ser de Dios. Para que pertenezcan algún día al reino de los cielos deben amar a Dios y a sus hermanos y hermanas, ayudando a los que más sufren; no criticando, no siendo divisivos, sino más bien promoviendo la paz, la hermandad y la unidad.
Quien divide no hace la voluntad de Dios. Sean hermanos unos de otros viviendo mis llamados. Mi obra es una obra de amor, si quieren estar en esta obra deben ser pacientes con todos y ayudar a sus hermanos, en el amor de Dios.
Los amo y quiero llenar sus corazones con amor divino: el amor que cura las heridas de su alma y corazón; el amor que los libera de toda esclavitud al pecado; el amor que los cura de la ceguera espiritual, haciéndoles ver la verdad.
Sean de Dios, mis hijos, ¡sean de Dios ahora! Quien ha abierto su corazón al llamado de mi Hijo Jesús nunca se arrepentirá. El llamado de mi Hijo es santo, y santos deben ser cada día, liberándose de la vida de pecado, para estar en la vida de la gracia de Dios. Libérense del pecado, pues el pecado ya ha conducido a muchos a los fuegos del infierno; libérense del pecado, para que sus almas brillen en la presencia de Dios, haciéndoles dignos algún día de la gloria del cielo.
Oren, oren, oren, porque en la oración se encuentra el camino santo que Dios ha preparado para ustedes, para que puedan caminar seguros hacia su reino en el cielo. Los bendigo a todos: en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!
Nuestra Señora una vez más desea ayudarnos a hacer la voluntad de Dios. Su Corazón maternal nos ama, y desea concedernos amor divino, para que aprendamos a amar y ayudar a los necesitados. Dios nos pidió, al comienzo de las apariciones, que ayudemos a los que más sufren: a los que no tienen voz ni voz. El llamado a la santidad, proveniente de Dios, aún resuena en nuestros oídos, a través de los mensajes de Nuestra Señora. Dios ha preparado para nosotros un lugar en la gloria de su reino. Nuestra santificación diaria, nacida de nuestro camino de conversión, es lo que nos acercará cada vez más al Corazón de Jesús; no una santidad hecha solo de apariencias o devociones exteriores, sino una santidad basada en el amor, en el servicio a los que más sufren y necesitan nuestra voluntad y dedicación, en servir el llamado divino con un corazón libre y sin ningún interés. Dios no desea corazones interesados, sino corazones verdaderos, nacidos del agua y del espíritu, corazones que han entendido verdaderamente, el llamado divino, basado en la entrega y el sacrificio diario de sí mismo, unidos a los méritos de Cristo, nuestro Señor, por la salvación del mundo.
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