viernes, 7 de agosto de 2009

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

¡La paz esté con vosotros!

Queridos hijos, soy la Madre de Jesús y la Madre de todos vosotros.

Vengo del cielo porque Dios me envió entre vosotros y os ama mucho. Dad gracias al Señor por permitirme venir aquí una vez más para bendeciros y daros este mensaje.

El amor de su gran Padre me ha hecho venir de nuevo a Vigolo, porque Él hará maravillas aquí. Su Nombre es Santo y sus proyectos son de amor, paz y la conversión de la humanidad. Os invito a amar a vuestro Padre en el cielo con un amor filial y sincero por Él. Rezad el rosario para la realización de los planes de Dios en el mundo. He preparado este lugar para la conversión y salvación de muchos jóvenes. Los jóvenes que vengan a Vigolo con el corazón abierto a Dios volverán a casa llenos de las gracias y bendiciones de Dios. Aquí en Vigolo, Dios hará mucho por los jóvenes de Italia y por la juventud de Italia y por la juventud de todo el mundo.

Soy la Reina de la Juventud. Soy la Reina del Rosario y de la Paz. Soy la Reina del Amor, la Virgen de la Eucaristía, y la Reina de todos los Ángeles y Santos del Cielo.

En mis muchas apariciones a lo largo del mundo estoy llamando a mis hijos al Señor. Quiero transformarlos en verdaderos santos para el Señor: hijos, jóvenes, padres y madres que le amen profundamente y le adoren en espíritu y verdad.

Quiero que mi mensaje se difunda por todo el mundo, como mi obra de amor y conversión, porque muchos están esperando estas palabras de vuestra Madre. Deseo ayudar a todos mis hijos que son más necesitados, afligidos y angustiados. Deseo que mis llamamientos lleguen al Papa.

La Iglesia en este momento tiene el deber de iluminar los corazones que están en la oscuridad, sin fe y sin esperanza. Los sacerdotes deben ser santos, muy santos. Si no hay santidad en los ministros de Dios, no puede haber la salvación de muchas almas y la luz de Dios para ellos. Rezad, rezad por los sacerdotes. Ayudad a los sacerdotes con vuestras oraciones y llevadles mi amor y el abrazo de vuestra Madre. Gracias por vuestra presencia. Demos gracias al Padre juntos por su inmensa misericordia que es eterna. Volved a vuestros hogares con la bendición y la paz de Dios. Os bendigo a todos: en nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!